Desde el descubrimiento del fuego, la biomasa ha sido la fuente de energía más importante para la humanidad. A mediados del siglo XIX se impone el uso de combustibles fósiles, por lo que la biomasa es sustituida por el carbón y más tarde por otras fuentes energéticas como el petróleo.
El aprovechamiento de la biomasa decrece de forma progresiva presentando en la actualidad un reparto desigual como fuente de energía primaria. Mientras que en los países desarrollados es una de las energías renovables más extendida y fomentada, en los subdesarrollados es la principal fuente de energía primaria previéndose un fuerte aumento de la demanda energética en los próximos años.
El aprovechamiento y la mejora del uso eficiente de la biomasa conducen a la generación de empleo, beneficios medioambientales y favorece el desarrollo en zonas rurales y países subdesarrollados, garantizando la sostenibilidad del medio ambiente, así como, la seguridad del abastecimiento energético de nuestra sociedad. La energía que puede obtenerse de la biomasa es una forma de la energía solar que, mediante el proceso de fotosíntesis llevado a cabo por las plantas verdes y microorganismos con pigmentos fotosintéticos, ha sido captada y transformada en energía de enlace químico. La energía se libera al medio por procesos de oxidación de la materia orgánica (combustión).
En los últimos años el panorama energético mundial ha variado notablemente. El elevado coste de los combustibles fósiles y los avances técnicos, han posibilitado la aparición de sistemas de aprovechamiento de la biomasa cada vez más eficientes, fiables y limpios. Actualmente, la biomasa como energía renovable se considera una seria alternativa a los combustibles fósiles, adquiriendo un papel fundamental para el cumplimiento de los acuerdos del protocolo de Kyoto. España reúne condiciones adecuadas para el aprovechamiento de biomasa, con un amplio mercado potencial, fomentado e incentivado por las Administraciones Públicas.
El potencial energético de la biomasa, como el de cualquier otro combustible, se mide en función del poder calorífico del recurso, o bien, en función del poder calorífico del producto energético resultante de su tratamiento.
Hablando en términos medios, el poder calorífico inferior (PCI) de la biomasa permite obtener 15000 kJ/kg (equivalente a 3500 kcal/kg y a 4 kWh/kg), el PCI del gasóleo es de 42000 kJ/kg y el de la gasolina es de 44.000 kJ/kg. Es decir, por cada tres kilogramos que no se aprovechan de biomasa, se desperdicia el equivalente a un kilogramo de gasolina.
El uso de la biomasa acarrea grandes ventajas sociales, económicas y medioambientales. Algunas de ellas son estas:
No contribuye al incremento de CO2 en la atmósfera ni al efecto invernadero.
Las emisiones de óxidos de azufre y de nitrógeno, partículas y otras sustancias contaminantes son mínimas.
Contribuye a la diversificación energética.
La implantación de cultivos energéticos en tierras abandonadas evita la erosión y degradación del suelo.
Se reduce el riesgo de incendios forestales y de plagas de insectos.
Aumenta la seguridad energética y económica, por la independencia de las fluctuaciones de los precios de los combustibles provenientes del exterior.
Creación de puestos de trabajo y mejora socioeconómica del medio rural.
Generación de recursos a partir de residuos agrícolas.
Incremento de la actividad agrícola y económica.
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